El Servicio Municipal de Arqueología, a través de diversas entregas en esta sección, irá aportando información e ideas tendentes a sensibilizar a la población en los valores del casco histórico
El barrio que en la actualidad denominamos el Rabal, es el resultado de la unión de una serie de aglomeraciones urbanas que se fueron desarrollando hacia el norte y este del núcleo histórico. El primitivo Rabal se originó alrededor de la Iglesia de Santa Maria, sobre un pequeño poblado periférico musulmán extendido hasta La Losilla, a lo largo del Camino de Biar. Muy poco sabemos del barrio en aquella época, pero podemos deducir un hábitat más o menos disperso ocupado por casas de labor y talleres fuera del núcleo amurallado. Creemos que su extensión apenas llegaría a superar los límites de la Ermita de San José y Santa Bárbara, ya que las murallas del Castillo constituyeron un límite infranqueable hasta el siglo XVIII. A partir de mediados del siglo XIX el potente crecimiento demográfico de la ciudad provocó la progresiva colonización de las lomas de la vieja fortaleza abandonada. Durante esas décadas tuvo lugar el espectacular fenómeno troglodita, que sembró de cuevas las hasta entonces desiertas lomas calizas. Paralelamente se abrieron numerosas canteras que sirvieron para la construcción de las primeras casas de la zona alta a finales del siglo XIX. El bum constructivo, según nuestros estudios, se prolongó hasta mediados del siglo XX, cuando el barrio se colmató urbanísticamente, plasmándose en su particular fisonomía contemporánea. La amalgama de construcciones y trazados erigidos en diversas etapas de la historia le confiere al Rabal un importante valor patrimonial y turístico. En realidad tendríamos que hablar de “Rabales” ya que constituyendo un único distrito, el barrio presenta distintas facetas y sugerentes perspectivas. En contra de lo que se pueda pensar a la vista del deteriorado estado y discutible estética que manifiestan algunas de sus partes, nada es irreversible en el Rabal, mereciendo la pena una tarea de repensar su futuro mediante unas políticas arquitectónicas, arqueológicas y paisajísticas que garanticen su conservación.
Josep Menargues
Técnico de la Sección de Arqueología