SOLIMÁN EL MAGNÍFICO

Algo vería en común nuestro escultor Navarro Santafé entre el Califa turco y nuestro Soli

Tras la noticia de su fallecimiento, desde la sección de arqueología queremos ofrecer un pequeño homenaje a José Ibáñez Martínez, más conocido como “El Soli”. Lo de El Soli viene de Solimán el Magnífico, un apodo que le puso su amigo el famoso escultor Navarro Santafé.
Desconocemos exactamente el porqué de aquel alias tan grandilocuente, pero algo vería en común nuestro artista entre el Califa turco y nuestro Soli. Y es que tanto el Soli como aquel monarca del siglo XVI, eran hombres sensibles, cultos y autodidactas. Así es, El Soli fue todo eso y más, aunque algunos prefieran retratarlo simplemente como un personaje popular. Su pasión por Villena la canalizó fundamentalmente a través de la fotografía. Con su vieja cámara analógica, captó al citado escultor y
muchísimas escenas populares de la vida de Villena. Además se pateó todo el término, inmortalizando casas de labor y paisajes de la huerta y la sierra. De su bolsillo se pagó la publicación de varios libros de
contenido diverso. Unos trabajos artesanos, sin pretensiones, el eco de los cuales llegó a oídos de investigadores como Emili Casanova, de la Universitat de València quien reseñó su Guía de las casas rurales del término de Villena. Y no tenía que ser para menos, ya que en algunos aspectos El Soli fue un pionero. A día de hoy, su obra sigue siendo referencia para la investigación municipal. Dada su profunda sabiduría topográfica, recurrimos a su saber en bastantes ocasiones para indicarnos tal o cual dato de alguna partida perdida en el campo, obteniendo siempre satisfactoria respuesta. ¿Y qué decir de su otra gran afición, la meteorología? Pues que para predicciones a largo plazo, ni telediario ni nada, ahí estaba “El Soli”, con las cabañuelas estivales. Callejón de Chicho arriba y abajo, nos lo cruzábamos cada día,
dirigiéndose hacia sus observatorios que tenía en la Plaza de Santiago y la Plaza del Rollo. Con su eterno pitillo inclinado en los labios, escrudiñaba las señales de las nubes y el cielo. Los vecinos le
preguntaban: “Yé, Soli, ¿cómo de frío vendrá el invierno?, ¿Lloverá en primavera”. Él respondía socarronamente con adivinanzas y refranes pretéritos: “Agosto, frío en el rostro” “En febrero, busca la sombra el perro” “Abril aguas mil, pero todas caben en un barril”, y así, diciendo sin decir, que cada uno sacara su respuesta. Bueno, pues sí, si en algún sitio está ahora “El Soli” debe ser allá arriba, echando una mano a San Pedro a manejar los trastos del clima.

Josep Menargues
Técnico de la Sección de Arqueología